domingo, 14 de noviembre de 2010

observación a la primera lectura

La primera lectura es una introducción a un manual de economía política. Se titula características del conocimiento científico, y la firma el autor Gino Longo. Como complemento de la lectura hay una nota crítica firmada por el profesor Carballo.
El texto trata de hacer una distinción entre ciencia y praxis, separando cada concepto en dos esferas que si bien se relacionan no aparecen juntas. Para desarrollar esa idea el autor recurre al concepto de finalidad del conocimiento: debe proporcionar una descripción y una explicación de la realidad a partir de ella misma, sin recurrir a elementos que no le pertenezcan. Este acercamiento sistemático a la realidad es la esencia del materialismo filosófico, y por tanto para el autor el marxismo sería la concepción del mundo que más se ha basado en la ciencia. Por otra parte, el conocimiento científico sería tan sólo una parte de la actividad humana, siempre es un medio y no un fin, ya que el hombre desea conocer el mundo para poderlo modificar de acuerdo con sus exigencias y necesidades. Aquí el concepto de conocimiento se relaciona con la necesidad de acción, con la praxis, pero de una manera muy determinada. La cognición es premisa de la acción, mientras que la acción es el fin último del conocimiento, pero la ciencia nunca tendrá a la acción por objeto, ni la praxis deberá regir al conocimiento científico. El político, el hombre de acción y el científico han de trabajar separadamente y sin interferir entre ellos para que la realidad sobre la que trabajan no se vea manipulada. El criterio para valorar los resultados de la cognición debe ser su concordancia con la realidad y no la utilidad de dichos resultados, por lo que la acción debe quedar, al menos en un principio, apartada de la actividad cognoscitiva. También, asegura el autor, pensar y actuar son dos actividades en esencia distinta, porque la una es meramente individual mientras que la otra es una acción colectiva. Asegura que por hoy no se ha descubierto una forma colectiva de pensar (quizá no consideró las mesas de debate y los brainstormings, o no le parecieron formas de articular pensamientos con más gente) y que por tanto no podemos dedicarnos a las dos cosas al mismo tiempo.
La cosa queda así entonces: en la investigación no se puede uno preocupar por las consecuencias prácticas de la misma ni debe hacer caso de lo que digan los prácticos, y los científicos no indicarán a los prácticos lo que deben hacer, sino únicamente lo que deberían tratar de hacer. Inventemos el virus, y luego, cuando esos desgraciados hayan expandido la enfermedad, dediquémonos a fabricar curas, quedando como los salvadores de la humanidad.
La crítica del profesor Carballo muestra el culto a la ciencia y al progreso que desprende el texto, así como resalta el carácter aséptico de la pretendida investigación. Primero el texto habla de que la ciencia no debería ser un fin, sino un medio, pero luego dice que el objeto último de la investigación es precisamente investigar, para no falsear la realidad. No lo entiendo. ¿Cuál es la conexión entre ciencia y praxis al fin? Me parece absurdo que se dediquen fondos sin fin a la investigación si ésta no sirve para algo útil. Lo que pasa es que lo útil no es lo beneficioso para unos cuantos, sino para la humanidad en su totalidad. Ahí está lo novedoso, no porque no sea un argumento viejo y repetido hasta la náusea, sino porque nunca se ha hecho. No me gusta este texto. Pienso que utiliza el concepto de utilidad según fines acordes a la propia argumentación y  pontifica sobre la naturaleza humana, sobre lo que tendría que hacer el hombre en este mundo. Si no se acepta que la mirada cambia el paisaje la discusión sigue dando vueltas y más vueltas. Paren esta cosa, que me quiero bajar.


¿Qué marca fumas?

“Me obligaron a sobrevivir entre tedio y soledad. Sólo el humo pudo redimir mis momentos de ansiedad.” Celtas Cortos, Barón Rojo


El tabaco es un hábito asqueroso y caro. Lo digo por experiencia, soy desde hace siete años fumador y desde hace cinco me ventilo un paquete por día y sí, me levanto todos los días tosiendo y escupiendo flemas. Todos sabemos los peligros para la salud que conlleva, y las muertes que provoca. En lo que va de año han muerto 6 millones de personas en el mundo, según la OMS. Además, el precio de la cajetilla de tabaco sube cada año, para desesperación de los [X] fumadores estimados en España. La marca de tabaco que fumo me cuesta más de 600 de las añoradas pesetas. Y eso que somos el país de la Unión Europea con el tabaco más barato. A primera vista parece que, teniendo en cuenta la peligrosidad del hábito y el hecho de que no salga a cuenta, encenderse un pitillo sea la cosa más estúpida del mundo, pero qué bien sienta uno con el café, en el descanso, después de las comidas, o entre colegas en el bar de siempre
Aunque sea mentira, (nuestro cuerpo no necesita la nicotina, es el síndrome de abstinencia el que nos hace encender otro) a veces sí sentimos la necesidad de un pitillo. Sobretodo en momentos de estrés o nerviosismo, cuando estamos absorbidos por problemas que nos consumen y necesitamos un respiro. Por ejemplo, cuando no hay trabajo y no sabes qué hacer cuando toda tu estabilidad se derrumba. Ahí es jodido no tener un cigarrito para echarse mientras haces cola en la oficina del SPEE.
Cuando esos cinco euros tienen que darte para comer dos días, el tabaco no entra en tu lista de la compra. Sientes como te sacude el mono a cada paso, y decides pasarte al tabaco de liar, resignado (sabe peor que un Marlboro). Resulta más económico (pero no más sano aunque te empeñes en creerlo, un gramo de tabaco de liar sigue teniendo los mismos 10 miligramos de nicotina y otros metales). Barato, sí, pero ahora tienes que preocuparte de que no se acaben papel de liar y los filtros, y de llevarlos a todas partes. Cada calada de Golden Virginia o Pueblo saben a poco. Es por eso que las tabacaleras han adaptado sus productos y bajado sus precios para que no nos falten nuestros palitos de cáncer. Ya que el tabaco de liar ha crecido un 25% con respecto al  primer semestre del año anterior en 2010, y su cuota de mercado va en escalada desde 2003, Altadis-Imperial Tobacco sacó al mercado Ducados Rubio de liar por 1.35€. Fortuna For U de 20 gramos vale 1.5€. LM cuesta 1.60€. Philip Morris ha sacado Marlboro de 30 gramos por 2.75€. La tabacalera ha hecho lo mismo con Chesterfield y LM. Se trata de una guerra de precios a la que se le suman las denominadas marcas low cost en picadura, pudiendo conseguir 30 pitillos por 1.30€. También en cigarrillos normales: el precio de ciertas marcas ultrabaratas se sitúa por debajo de los 3.10€. Estas marcas han aumentado sus ventas un 60% desde el pasado mes de junio.
Las marcas más importantes en el mercado de tabacos son Marlboro, con un 15,7% de cuota de mercado, Winston (¿Sabíais que la marca es propiedad de una multinacional japonesa?) tiene un 10.6%, y ha desbancado del segundo puesto a Fortuna, que tiene que conformarse con un 10.12%. En cuarto puesto está Chesterfield, que tiene una participación del 8.94% En 2005, año en el que aparecieron las marcas baratas el top 3 era para Marlboro, Fortuna y Chesterfield (por ese orden). Las cajetillas costaban 2.75, 2.20 y 2.40 respectivamente.
Recuerdo con nostalgia esos tiempos. Al lado de mi instituto había un estanco lleno de chavalitas a la hora del recreo y allí íbamos a satisfacer nuestro recién adquirido vicio. Mi chica y yo parecíamos chimeneas. Bueno, nosotros y todo el mundo. Si hubiéramos hecho estadísticas en el tuto aquel año, sorprendería comprobar la abrumadora mayoría de chimeneas adolescentes sobre los que no fumaban y la distribución por género, en la que cada año se suman más chicas.
2005 fue el año en que aparecieron todas esas marcas que nos permitieron saltar de la categoría fumador ocasional a la de habitual- paquete por día. Ducados Rubio era la favorita, más que nada porque sabía como Fortuna, y no daba tanto asco como Kruguer, Elixyr, Next o Excite. Pasó de una cuota del 0,5% en 2005 a un 6.38% en agosto de 2006. Coronas estaba bien, y le había en versión más larga. Pall Mall también aumentó su participación, pasó del 0.2 al 3.5% Sacaron diversos sabores para la cajetilla dura de Fortuna y había hasta cigarrillos rubios marca Che, la barba del comandante ocupaba casi medio pitillo. La media de precio era de 1.80€ para las marcas baratas, pero enseguida subieron los precios. En 2006 el gobierno impuso la ley anti-tabaco (la que prohíbe fumar en centros de trabajo y obligaba a hacer reformas en establecimientos de más de 100m2 para acondicionar zonas de fumadores y no fumadores) y aumentó el impuesto del tabaco hasta cuatro veces. Las tabacaleras entraron en un periodo de crisis: las ventas de cigarrillos cayeron un 3.4% y sólo se recaudaron 6.616 millones de euros, 265 millones menos que el año anterior. El festival de precios bajos se clausuró, dejándonos enganchados al fumeque, desde entonces ya no se encontraban marcas por debajo de 2.75 euros.
Casi cinco años más tarde la historia se repite. Las ventas de cigarrillos han caído un 15.89% el pasado septiembre y han percibido una bajada de ingresos del 5.4%. Todas estas marcas baratas pujan por hacerse con el consumidor, aún cuando su bolsillo le recomienda la opción más sana, que es dejar de fumar. Y la estrategia es sucia: las tabacaleras casi no sacan margen de beneficio por la venta de picadura de tabaco. De los 3,85 que cuesta un paquete la tabacalera se queda con un euro aproximadamente, el resto va para impuestos y para el estanco. Por una bolsa de tabaco de liar barata, de un euro y medio, la tabacalera gana unos 15 céntimos. ¿Por qué se vende así de barato si casi no genera beneficios? Porque prefieren ganar muy poco dinero con tal de mantener fumadores. No se trata sólo de que la gente no deje de fumar, sino de posicionarse para que cuando los jóvenes se pasen a la cajetilla elijan esa misma marca. Y, al igual que en 2005, esto se está haciendo antes de que el gobierno reforme la ley de 2006, impidiendo fumar en establecimientos públicos. Quieren ganar dinero a toda costa. Lo paradójico es que sean las propias tabacaleras las que exijan un aumento del impuesto sobre el tabaco al gobierno (entre un 10 y un 15% con respecto a 2009, un suelo de mercado de entre 100 y 105 euros por cada mil cigarrillos) para que las marcas low cost no sigan comiéndose a bocados en la cuota de mercado sus menguantes beneficios.
Toda medida en la vía de políticas fiscales para frenar el consumo de la maldita sustancia es polémica, porque implica conciliar entre las autoridades sanitarias y hacienda. Fue lo que le pasó a Elena Salgado, ministra de Economía en 2006. Se encontró con mucha presión por parte del sector hostelero, el Ministerio de Hacienda y el Comisionado del Mercado de Tabacos. Subir los impuestos contrae la demanda y daña la economía (hasta el precio del tabaco está incluido en la lista el Ipc), además de incidir en esferas adyacentes, como el sector hostelero. Diversas asociaciones calculan una pérdida del 10% de los ingresos, amén del dinero empleado en reformar locales para crear zonas de no fumadores. Es por esto que hay que andar con pies de plomo cuando de meter baza en el negocio del vicio se trata.  
En lo que va de crisis mucha gente se ha quitado de fumar. Crisis es sinónimo de oportunidad, y al igual que hay tanta gente que prefiere aprovechar el parón para seguir formándose a empezar una nueva ola migratoria, también rompen sus cadenas y se desenganchan de la droga más hipócrita de esta sociedad. Quizá yo lo deje algún día.

Pd. Mientras escribía esto no me he fumado un solo cigarro. Aunque con tanto hablar del tema me han entrado unas ganas terribles.